Si bien es cierto que en el mundo existen una infinidad de culturas, de las
cuales envidiamos sus costumbres o muchas veces las criticamos; y, de estos
casos no está exento mi entorno.
Todos los días me estreso en el tráfico de una ciudad congestionada, que no
tiene solución y cada vez es peor, reconozco que el enojo o la impotencia que
se genera en mi lugar de trabajo, lo expongo en las calles de la ciudad, pero
es tan indignante ver como existen personas que solo buscan su comodidad y
mientras el resto nos sentimos incomodos.
He reflexionado mucho sobre estos aspectos y concluyo que la sociedad ha
perdido el sentido de integridad, todos cometemos actos que se
contraponen a su significado, porque hemos perdido los valores y
principios para una buena convivencia, debido a una sociedad que crece indisciplinadamente y sus costumbres crean nuevas generaciones que aprendieron a vivir con estos
actos como algo normal.
Mientras varias personas esperamos la fila para un cruce de vehículos, contribuyendo a
que todo lleve un orden, existen personas que se adelantan en forma paralela
para cruzar primeros y sus hijos aprenden de esto.
Cuando estamos en el supermercado en la fila para el pago y se abre un nuevo
punto de pago, todos corren y se ubica en orden de viveza; es decir, el primero
en ver como se abre el punto de pago.
Estamos transitando en una vía y no existe espacio de parqueo y se
estacionan en doble fila hasta realizar las actividades que necesitan, mientras
tanto los vehículos de atrás deben esperar.
Se deja el espacio de seguridad entre vehículos, pero el que tiene mayor
inteligencia cree que es el espacio justo para cambiarse de carril y de las guías
de direccional ni siquiera consideran su uso.
En la calle mientras caminamos y consumimos algún tipo de alimento, dejamos
caer los residuos de la envoltura, sin importarnos nada.
Utilizamos fundas plásticas que no son necesarias porque creemos que no pasa
nada.
Utilizamos agua en exceso, porque tenemos el dinero suficiente para pagar
nuestro consumo, pero no pensamos en lo limitado que se puede convertir este
recurso.
En fin, si nos dedicamos a recordar tantas cosas que no son parte de una
buena convivencia en la sociedad, pasaríamos horas y horas describiendo estas
actitudes. Pero los que comenten y los que vemos como se comete estos hechos,
simplemente pasamos con una sonrisa, inconscientes de lo que está pasando,
porque nuestra rutina ya se convirtió en nuestra cultura y ahora somos una
sociedad felizmente indisciplinada.
De estas personal se abastecen las organizaciones; reclutamos generaciones
que se adaptaron a malos hábitos y cada vez están evolucionando, y el simple
irrespeto de un padre a la fila de pago, ahora se ha convertido en el irrespeto
del hijo a los procedimientos de la organización, buscando en todo momento el
beneficio personala y la comodidad propia.
El hijo es el empleado que busca la amistad del jefe para no tener que
llenarse de trabajo y mientras tanto los colaboradores que trabajan a tiempo
completo, son considerados la contracultura que no encaja en la sociedad. Podría
este último grupo ser muy bien valorado por los dueños, los que esperan que su
inversión rinda frutos, pero no conocen de estos y creen que el protagonista es
el jefe haragán que los controla, sin saber que el solo explota a sus
colaboradores, para ser apreciado por el nivel directivo de la organización y
mantener su comodidad bien remunerada.
Entonces esta sociedad no va a cambiar, por más que se invierta en buenas
escuelas, universidades; las organizaciones inviertan en campañas de valores.
Si el padre no sabe respetar la fila de espera, entendiendo que si llegó tarde
no puede tener preferencia sobre aquel que madrugó.
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