jueves, 30 de julio de 2020

El trabajo, el COVID y yo


No había puesto atención al silencio de la noche, pero siendo las 03h00 am, la fiebre no me permite dormir, el malestar del cuerpo es terrible; no amanece y tampoco cuento con muchas opciones para descansar, porque tengo un bebé de 10 meses que depende de sus padres. Han pasado 4 días desde que se presentaron los síntomas y vamos aprendiendo un poco de medicina, contemporánea y tradicional, con cada síntoma ya sabemos que tomar para apalear el dolor.

Todos los días, recibo un mensaje con una introducción protocolaría, "¿Hola cómo estás?", que muy seguro no sienten la preocupación de conocer mi estado de salud, pero seguido están las preguntas que en verdad le interesa a tu jefe y tus compañeros de trabajo; es decir, que cumplas tus responsabilidades como empleado. Te dicen se que debes estar mal, "pero no te quito más que cinco minutos en una reunión, ¿puedes conectarte?".

Por fin puedes medir varios aspectos del trabajo, está enfermedad nos vino a enseñar muchas cosas; para empezar, mi nivel de liderazgo era por no decirlo nulo, porque nadie se había comprometido con mis intenciones de trabajo, pensaba que todo podría llevar un rumbo coordinado y continuo, pero me engañe todos los días, ahora mientras estoy en descanso médico, mis colaboradores frenaron todo, nadie hace nada, porque no estoy para dar las ordenes de que hacer, nadie se siente autónomo y si algo falta o esta mal hecho, fácilmente me culpan a mí, aprovechando que no puedo estar ahí para defenderme.

Mi jefe todos los días me envía actividades para la ejecución en una plataforma informática de delegación, así que, debo reponerme continuamente, para verificar el sistema y no cometer el error de no cumplir con los plazos, porque eso desataría una escena que no quiero experimentar.

Cada vez estoy más convencido de que nuestra organización no tiene coherencia, nadie se preocupa por nadie, todos ven por si mismo, y es el reflejo de una sociedad egoísta, que no evolucionó con esta pandemia, solo saco a flote su peor versión. Intente aplicar todo lo que me explicaban los libros de teoría, pero existen personas que no quieren ser valoradas, ellos solo están ahí por una remuneración, nadie da más, y ahora que tuve que ausentarme, durante la primera semana fui imprescindible para todos, hasta que se pusieron al día con los pendientes y ahora ya soy reemplazable.

Todos los días destinaba extensas jornadas de trabajo, y siempre veía como mi jefe y todo el personal de la organización, finalizaba la jornada y cuando salía ya era muy tarde y tenía que dejar apagando y cerrando todo. Nadie lo valoró, solo yo estaba preocupado de que todo salga bien y a tiempo, pero una enfermedad me hizo entender que también fui solo un número, en una organización que camina sin rumbo.

¿Cómo reinventamos a la organización?, todos se acostumbraron a jefes sin integridad y falta de coherencia, no tenemos líderes  y prefieren esperar lo peor de todos; y, cuando alguien intenta hacer algo diferente, es criticado porque sienten que existe un trasfondo que perjudicará a todos. Los más viejos se encargaron de contagiar el malestar, y cuando se quiere aplicar nuevas herramientas, indicadores de gestión, entre otros, siempre encontramos todos los justificativos para que no se aplique.

Muchos colaboradores prefieren estar lo más lejos posible de la organización y específicamente de los jefes, por eso aprovecharon esta pandemia, para sentir un respiro argumentando un cerco epidemiológico que les permita estar aislados o en cuarentena. Algunos se van felices con los síntomas del COVID a descansar en casa y tomar un respiro. Se que todavía no tienen idea de lo difícil de la enfermedad y la lotería que significa la recuperación. Pero todo esto nos enseña como la organización esta en una total decadencia, los directivos no lo quieren ver, piensan que solo vemos lo malo, pero si tuviéramos algo bueno, todo compensaría y el bienestar se reflejaría en compromiso y trabajo.

Que impotencia ver como todas mis acciones no dieron resultado, pero es de cobardes darse por vencido, y para ser un experto se debe intentar e intentar, de cada fracaso se puede obtener grandes lecciones, hasta volvernos expertos, así que como administrador de personas, este es un resultado que debe estar dentro de lo planificado. Hay mucho por aprender y si tenemos que empezar de nuevo pues es el momento y no vamos a contar las veces que caemos sino la fuerza con que nos levantamos, falta mucho para la meta y podemos retomar el ritmo, no se dé por vencido jamás, porque otros siguen sus pasos. Piense en lo importante que es generar cambios en la organización, porque esta historia no debemos permitir que se repita con otra persona, cree un ambiente de camaradería y compromiso, insista con las estrategias, los cambios no son de la noche a la mañana, es un trabajo constante y que demanda tiempo.

Es el momento de reinventarnos como personas, esta pandemia nos ha puesto en evidencia, lo frágiles que podemos ser ante la vida, así que no podemos dejar para mañana lo que podemos hacer hoy, y es necesario replantear nuestras estrategias, fortalecer valores, ser proactivos, liderar, gestionar el cambio positivo, porque si los resultados no fueron los mejores, seguramente no era el camino correcto el que habíamos trazado; así que, vamos con fuerza y decisión, hay mucho por hacer, pero ante todo cuidando nuestra salud. 











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